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domingo, 11 de mayo de 2014

CRISIS DE GOBIERNO



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Pensamientos de un barbero.

Confieso que hay cosas en este mundo, lugar y tiempo que no entiendo muy bien. Algunas, incluso, ni bien ni mal; no las comprendo. De estas las hay que me preocupan, unas me desasosiegan, otras no me quitan el sueño.

Una de esas cosas que me intranquilizan, no siempre de la misma manera, claro está, es eso que llamamos “crisis de gobierno”. Todo el mundo sabe lo que es, y sobre todo, sabe las consecuencias. Cuando hay crisis de gobierno, despiden a alguien; la gravedad de una crisis de gobierno se mide por los ministros que son cesados; también por el alboroto que arman los llamados “medios de comunicación”. También es conocido que una crisis de gobierno tiene consecuencias para los demás, o sea para nosotros. Esto tampoco lo entiendo muy bien: si la crisis es del gobierno, ¿por qué tiene que afectarme a mí?


¿Por qué se produce una crisis de gobierno? Porque algo va mal; algunos de los muchísimos aspectos, o actividades de una ”acción de gobierno” va mal, tan mal que provoca una sacudida, convulsión, agitación o terremoto. de consecuencias distintas; cuanto más graves y dramáticas sean éstas, más cercana y de mayor amplitud será la crisis consiguiente. Puede decirse que a cada conmoción política corresponde una crisis de gobierno de proporciones adecuadas. Esto no es una regla matemática, ni mucho menos; ya se sabe que en política las matemáticas no se cumplen: una pera y una manzana pueden hacer muy buena pareja.

Pero volvamos a lo de la crisis. Supongamos que algo va mal en el gobierno, que sus trabajos no dan los resultados esperados, que se gastan cantidades ingentes de dinero en cosas poco o nada interesantes, que se reducen las prestaciones sociales, o cualquier otra cosa. Aquí puede el lector poner todas las quejas que se le ocurran y alguna más. Pero lo importante es que cualquiera de estas cosas, o la unión de varias, puede provocar una crisis. ¿Cómo se resuelve? Muy fácil. Se despide a uno o dos ministros, y a otra cosa.

Pero, vamos a ver. Si la crisis es de gobierno, ¿por qué se despide a uno o a dos de sus miembros? Hombre, si la culpa es de uno de ellos, que se le despida, bien, pero ¿y los demás? ¿El ministro de agricultura ha de pagar la incompetencia, por ejemplo, del ministro de educación? Hombre, si tuviera que irse más de uno, ¿no sería el jefe de  ese ministro? ¿Cuántas “acciones de gobierno” se hacen sin el conocimiento y anuencia del jefe? ¿No hay reuniones de distinto nivel y un Consejo donde, se supone, que se habla de estas cosas? ¿No hay nadie que advierta a los compañeros, o a los jefes, que se va a cometer un error o una injusticia?

Pero vayamos a más. Si algo se hace tan mal que uno de estos señores tiene que ser despedido, ¿a dónde va? Nada tengo contra nadie, bien lo sabe Dios y mis clientes, que entran en la barbería sin que se les ponga traba alguna, pero si un señor es cesado por ser descuidado, incapaz, torpe, incompetente o desconsiderado, ¿hay que nombrarlo director general de algo, o embajador, o senador? ¿O colocarle en el consejo de administración de alguna gran empresa?

Otro detalle más. ¿A quien beneficia una crisis de gobierno?  Normalmente a la oposición, que da palmas con las orejas porque uno de sus “enemigos” ha caído, el gobierno está debilitado y tambaleante y ellos más cerca del sillón de cuero que del taburete de enea. No está tan claro que los gobernados se beneficien de una crisis de gobierno: si un ministro sube la gasolina, y la cosa se pone tan seria que provoca una crisis de gobierno, y le cuesta el puesto a ese ministro, y todos tan contentos, y los periódicos vendiendo más… nosotros seguiremos pagando la “gasofa” a millón.


Lamparilla


(Todo esto es consecuencia de que no sólo de zarzuelerías vive el hombre).

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