Pensamientos
de un barbero.
Confieso que
hay cosas en este mundo, lugar y tiempo que no entiendo muy bien. Algunas,
incluso, ni bien ni mal; no las comprendo. De estas las hay que me preocupan,
unas me desasosiegan, otras no me quitan el sueño.
Una de esas
cosas que me intranquilizan, no siempre de la misma manera, claro está, es eso
que llamamos “crisis de gobierno”. Todo el mundo sabe lo que es, y sobre todo,
sabe las consecuencias. Cuando hay crisis de gobierno, despiden a alguien; la
gravedad de una crisis de gobierno se mide por los ministros que son cesados;
también por el alboroto que arman los llamados “medios de comunicación”.
También es conocido que una crisis de gobierno tiene consecuencias para los
demás, o sea para nosotros. Esto tampoco lo entiendo muy bien: si la crisis es
del gobierno, ¿por qué tiene que afectarme a mí?
¿Por qué se
produce una crisis de gobierno? Porque algo va mal; algunos de los muchísimos
aspectos, o actividades de una ”acción de gobierno” va mal, tan mal que provoca
una sacudida, convulsión, agitación o terremoto. de consecuencias distintas;
cuanto más graves y dramáticas sean éstas, más cercana y de mayor amplitud será
la crisis consiguiente. Puede decirse que a cada conmoción política corresponde
una crisis de gobierno de proporciones adecuadas. Esto no es una regla
matemática, ni mucho menos; ya se sabe que en política las matemáticas no se
cumplen: una pera y una manzana pueden hacer muy buena pareja.
Pero volvamos
a lo de la crisis. Supongamos que algo va mal en el gobierno, que sus trabajos
no dan los resultados esperados, que se gastan cantidades ingentes de dinero en
cosas poco o nada interesantes, que se reducen las prestaciones sociales, o
cualquier otra cosa. Aquí puede el lector poner todas las quejas que se le
ocurran y alguna más. Pero lo importante es que cualquiera de estas cosas, o la
unión de varias, puede provocar una crisis. ¿Cómo se resuelve? Muy fácil. Se
despide a uno o dos ministros, y a otra cosa.
Pero, vamos a
ver. Si la crisis es de gobierno, ¿por qué se despide a uno o a dos de sus
miembros? Hombre, si la culpa es de uno de ellos, que se le despida, bien, pero
¿y los demás? ¿El ministro de agricultura ha de pagar la incompetencia, por
ejemplo, del ministro de educación? Hombre, si tuviera que irse más de uno, ¿no
sería el jefe de ese ministro? ¿Cuántas
“acciones de gobierno” se hacen sin el conocimiento y anuencia del jefe? ¿No
hay reuniones de distinto nivel y un Consejo donde, se supone, que se habla de
estas cosas? ¿No hay nadie que advierta a los compañeros, o a los jefes, que se
va a cometer un error o una injusticia?
Pero vayamos a
más. Si algo se hace tan mal que uno de estos señores tiene que ser despedido,
¿a dónde va? Nada tengo contra nadie, bien lo sabe Dios y mis clientes, que
entran en la barbería sin que se les ponga traba alguna, pero si un señor es
cesado por ser descuidado, incapaz, torpe, incompetente o desconsiderado, ¿hay
que nombrarlo director general de algo, o embajador, o senador? ¿O colocarle en
el consejo de administración de alguna gran empresa?
Otro detalle
más. ¿A quien beneficia una crisis de gobierno?
Normalmente a la oposición, que da palmas con las orejas porque uno de
sus “enemigos” ha caído, el gobierno está debilitado y tambaleante y ellos más
cerca del sillón de cuero que del taburete de enea. No está tan claro que los
gobernados se beneficien de una crisis de gobierno: si un ministro sube la
gasolina, y la cosa se pone tan seria que provoca una crisis de gobierno, y le
cuesta el puesto a ese ministro, y todos tan contentos, y los periódicos
vendiendo más… nosotros seguiremos pagando la “gasofa” a millón.
Lamparilla
(Todo
esto es consecuencia de que no sólo de zarzuelerías vive el hombre).
No hay comentarios:
Publicar un comentario