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martes, 6 de mayo de 2014

UNA PATRONA PARA LA ZARZUELA



Imagen de la Virgen de la Novena

Hil.
¡Buenos días, Don Sebastián! ¿Qué tal esas vacaciones de Semana Santa!

Seb.
¡Buenos días, Don Hilarión! Las vacaciones bien, es decir normal. Tranquilidad, ver alguna procesión y darle al gusto una discreta ración de torrijas.

Hil.
¿De leche o de vino?

Seb.
Pues, mire usted, de las dos. Porque, como dice un buen amigo mío, hay que probarlo todo … para luego poder criticarlo.

¿Y usted?

Hil.
Yo he estado fuera, como le dije. Y lo he pasado muy bien. He hecho turismo, he comido como un turista, unas veces bien otras regular. He visitado museos, algunos excelentes otros … He visto varias procesiones, con el consiguiente sacrificio físico que significa estar demasiado tiempo de pie para mi edad. Y hasta he sido protagonista de un “hecho religioso”.

Seb.
¡Qué me dice! ¿Ha pasado usted de ser espectador a intérprete?

Hil.
¡Sí señor! ¡He “procesionado” en la carretera durante unos cuantos kilómetros! ¡Qué sufrimiento! ¡Que paciencia! ¡Que …! En fin…

Seb.
¡Ah, bueno! Por un momento me lo estaba imaginando como penitente, encapuchado y descalzo, tras algún nazareno...

Hil.
No se guasee usted, Don Sebastián.

Mi Semana Santa ha sido de lo más tradicional, aunque, he hecho algo que no todo el mundo hace en estas fechas. He estado pensando en las cosas de la zarzuela.


Seb.
¡No me diga! Y ¿qué ha pensado?, si puede saberse.

Hil.
Como el ambiente era religioso y uno ha estado rodeado de vírgenes, cristos y demás, mis pensamientos se han visto influenciados. Es natural. Y he pensado que la zarzuela no tiene patrono ni patrona.

Mire usted, ciudades y pueblos tienen un santo, virgen o cristo, al que han elegido como protector. Muchos profesionales también se encomiendan, como colectivo, a un personaje de esta naturaleza. Los boticarios, por ejemplo, tenemos como patrona a la Inmaculada Concepción, y los comerciantes, a San Martín de Tours, el hombre que entregó la mitad de su capa a un pobre desnudo y muerto de frío.

Seb.
No es mala idea, pero podríamos decir que los zarzueleros ya tienen un patrono. Permítame que le ilustre: los escritores están protegidos por San Francisco de Sales, los músicos por Santa Cecilia, los actores por San Ginés de Roma y los cantantes por San Gregorio Magno.

Hil.
Ya lo sabía porque me he informado. Pero no me sirven.

Seb.
¡Cómo! ¿Qué no le valen? ¡Por Dios, Don Hilarión! ¿Le ha dado a usted el sol en la sesera? ¡Cómo que estos santos no le valen a usted?

Hil.
No señor. Atienda mis argumentos. Hemos de partir de la base de que la zarzuela es un arte español. Y, qué casualidad, San Francisco de Sales, obispo de Ginebra, fue francés, San Gregorio Magno, el Papa organizador del canto litúrgico conocido como gregoriano, nació en Roma, San Ginés fue un actor de la antigua Roma, y Santa Cecilia una noble también romana, que murió martirizada. O sea, todos extranjeros.

Además, son cuatro patronos. A mí me parece mejor un patrono único, que pueda acoger a cuantos tienen que ver con la zarzuela. Y si es posible que sea de casa, porque si hace falta echar una mano desde el cielo, siempre nos cuidará más uno propio que ajeno. ¿No le parece?

Seb.
¡Por favor, Don Hilarión! ¡Que los santos son todos buenos y justos! No creo que allá arriba funcionen las recomendaciones o las influencias…

Hil.
Ya, ya, pero … por si acaso.

Mire usted, tener cuatro patronos es un problema; mejor dicho, ¡cuatro problemas!, porque cuando unos se sientan representados, otros se mostrarán ajenos. Y, por si fuera poco, celebrar el patrono ¡cuatro veces al año! es demasiado. Porque ha de saber usted, querido amigo que el día de San Francisco de Sales, se celebra el 24 de enero, San Ginés el 24 de agosto, San Gregorio Magno el 3 de septiembre y Santa Cecilia el 22 de noviembre. ¡Todo el año de fiesta! ¡Imposible! ¡Hay que buscar una solución, es decir, un patrono común, en el que todos puedan sentirse mas o menos contentos!

Seb.
Y supongo que la habrá encontrado usted.
http://revistatarantula.com/wp-content/uploads/2013/04/Iglesia-de-San-Sebastian-Madrid.jpg
Iglesia de San Sebastián - Madrid en la que se encuentra la Virgen de la Novena

Hil.
Pues sí, mi querido amigo. Dándole vueltas al asunto he encontrado una salida al problema: Nuestra Señora la Virgen de la Novena.

Seb.
¡Pero, hombre, por Dios, la Virgen de la Novena ya es la patrona de los cómicos, o sea de los actores!

Hil.
¡Alto, alto, Don Sebastián! No se precipite; ya sé que es la patrona de los cómicos, pero siga usted los hilos de mi razonamiento y dígame, al final, si concluyen o divergen.

Si consultamos el Diccionario de la Lengua, que es como si dijéramos la mismísima Biblia del idioma, encontraremos que cómico es el actor de cualquier género, sin distinción de su especialidad, aunque se dé preferencia a los humoristas; se llama cómico, también a quien hace comedias, lo cual que, entendido de manera general nos permite agrupar a los literatos. Los cantantes quedan protegidos bajo el paraguas de los actores porque, en la zarzuela, también lo son. Sólo nos quedarían los compositores, que, conociendo su tolerancia no tendrían problema en compartir Virgen con los autores, pues, al fin y al cabo, también son autores. ¿Me sigue?

Seb.
Le acompaño, aunque, la verdad, no  me parecen argumentos de mucho peso.

Hil.
Ya, ya, pero escuche algún detalle más.

Por ejemplo, el origen de la popular advocación mariana. Como usted sabe, en el siglo XVI, era costumbre venerar alguna imagen religiosa en las calles. En la del León, en lo que hoy es el Barrio de las Letras, había una conocida como la Virgen del Silencio, porque uno de los niños representados tiene un expresivo y simbólico dedo en los labios. Los cómicos y los poetas, habitantes del barrio, eran muy devotos de la imagen, tanto que consiguieron llevarla a la cercana Iglesia de San Sebastián y constituyeron, en 1633, una  Cofradía que tenía como funciones principales la enseñanza del propio oficio a los jóvenes, el cuidado de sus miembros en situaciones de necesidad, la ayuda a sus huérfanos y viudas y el entierro de sus asociados.

Por aquellos años, la cómica Catalina Flores se encontraba lisiada de manera que no podía trabajar. Devota de la Virgen hizo una novena ante el cuadro y, al finalizarla, se curó milagrosamente, dejó las muletas junto a la imagen y salió andando con normalidad. A partir de ahí, la devoción a la imagen aumentó hasta terminar por convertirse en la patrona de los cómicos.

Seb.
Hombre, Don Hilarión, la historia es interesante y hasta bonita, si me apura, pero no sé si suficiente para convertir a esa Virgen en patrona de la zarzuela.  ¿No le parece a usted, que sus argumentos son un poco flojos?

Hil.
Es posible, no se lo discuto, pero siempre será mejor tener una patrona única que tres o cuatro. Ya sabe usted aquello de quien, mucho abarca …

Pero es que todavía tengo algunos “argumentos” interesantes para sostener mi propuesta. En la iglesia de San Sebastián, fueron bautizados Ramón de la Cruz, sainetero y zarzuelero indiscutible y el mismísimo Francisco Asenjo Barbieri. Además, en ella contrajeron matrimonio Gustavo Adolfo Bécquer, autor ocasional de zarzuelas, y el actor Julián Romea, actor teatral que hizo alguna que otra representación zarzuelera. Y en esta iglesia está enterrado nada menos que Lope de Vega, considerado por muchos como el primer libretista de zarzuela. ¿Le parece suficiente?

Seb.
Hombre, son razones importantes, pero, sigo dudando.

Hil.
Pues añada esta otra justificación: Barbieri, un gran investigador como usted bien conoce, descubrió que en el siglo XVIII, la Virgen de la Novena figuraba en las nóminas del madrileño Teatro de la Cruz.

¿Se da usted cuenta de lo que esto significa?

Seb.
¡Naturalmente! A lo mejor su idea no es tan descabellada. Al fin y al cabo, Santa Cecilia, es la patrona de los músicos, por un error. Y todo el mundo está contento.


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