Francisco Calés. Impresiones sinfónicas. María
Rodrigo. La copla intrusa. Rimas
infantiles. Becqueriana. R. Iniesta. A. del Cerro. Coro de voces
blancas “María Rodrigo”. Orquesta del Real Conservatorio Superior de Música de
Madrid. Director: José Luis Temes. Auditorio Nacional de Música. Madrid, 28 de
noviembre de 2016.
Hay
ocasiones en las que, durante un concierto, nos llaman la atención detalles
ajenos a la música. Me ocurrió en el que comento. Y lo que me sorprendió,
gratamente, fue la presencia de mucha gente joven; gente joven en el escenario,
en la Orquesta Sinfónica del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid,
gente muy joven en el Coro de Voces Blancas “María Rodrigo”, y, sobre todo,
gente joven en el auditorio. Familiares y amigos de los intérpretes, sin duda,
pero gente joven, en definitiva. Alguno de ellos quizá fuera la primera vez que
asistiera a un acto de este tipo, quién sabe si habrá quedado “infectado” para
el futuro.
Pero
vayamos a la música: Creo no exagerar al decir que hemos asistido a una velada
histórica porque las obras interpretadas eran, en la práctica, verdaderos
estrenos, y, sobre todo, auténticos descubrimientos. Abrieron el programa las Impresiones sinfónicas de Francisco
Calés Pina (1886-1957), página descriptiva, casi pictórica en algunos momentos;
las imágenes de paisajes vienen a nuestro cerebro dibujadas por una música que,
ojala, se instale en los atriles de nuestras orquestas. Una música que, de
haber sido firmada por algún compositor nórdico, tendría en el mercado una
docena de grabaciones discográficas.
Ruth Iniesta (La Ilusión) y Alejandro del Cerro (El Poeta). (Foto: Luis Camacho) |
La
pieza “fuerte” del programa fue Becqueriana,
pequeña ópera basada en la célebre Rima
Bécquer, Yo soy ardiente, yo soy
morena. Fue estrenada en el Teatro de la Zarzuela, de Madrid, en 1915. El
texto, en prosa, concentrado, poético, intenso y magnífico fue escrito por los
hermanos Álvarez Quintero. Debo destacar la habilidad de la compositora para
poner música a un texto en prosa, algo no habitual en nuestro teatro, porque la
prosa suele carecer del ritmo del verso, detalle que ayuda al compositor cuando
crea la música.
Bequeriana, es casi una ópera de cámara si
atendemos a su duración, a su estructura y a la presencia de sólo dos cantantes
(un tenor y una soprano, que da vida a tres personajes), aunque la orquesta es
de grandes dimensiones y se requiere la participación de un coro de voces
blancas. También se demanda la presencia de un ballet para interpretar el
amplio “Baile de las ninfas y los gnomos”, de la escena segunda.
Alejandro
del Cerro, tenor santanderino, fue el Poeta abrumado que cifra en la Ilusión
sus esperanzas. Ruth Iniesta, soprano zaragozana, dio vida a los tres
personajes femeninos (la Pasión, la Ternura y la Ilusión). Ambos resolvieron
sin problemas sus respectivas intervenciones y fueron muy aplaudidos. Creo que
de ser representada, la intervención de los cantantes quedaría mucho más rica y
expresiva.
Un momento del ballet (Foto: Luis Camacho) |
El
artífice del concierto ha sido el director madrileño José Luis Temes; no sólo
desde el podio en una labor directorial detallada, pendiente de cada músico,
controlando la respuesta de la orquesta. Temes ha sido también el responsable
de la revisión de todas las obras interpretadas y el rescatador de la música,
magnífica y atractiva, de María Rodrigo.
Con este concierto, Temes vuelve a poner sobre la mesa un ejemplo de nuestra
olvidada música, un modelo de cómo, a pesar de todo, los creadores y las
creadoras españolas escribieron música de calidad para el teatro, la gran
orquesta y las pequeñas formaciones. Una música que debemos recuperar cuanto
antes y ponerla en circulación en
nuestros circuitos y en los ajenos.
Por
cierto, las obras de María Rodrigo serán próximamente publicadas en CD. A esto
se llama cerrar el círculo: descubrir, preparar, interpretar y grabar nuestra
música. ¡Cuánto cariño y trabajo detrás! Hay que agradecerlo.
Vidal Hernando.
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