Ópera en tres actos de Miguel Ramos Carrión, con música de Ruperto Chapí. Versión de concierto. Intérpretes: Saioa Hernández. Alejandro Roy. Rubén Amoretti. Marina Pinchuk. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro Titular del Teatro de la Zarzuela (Dtor.: Antonio Fauró). Dirección musical: Guillermo García Calvo. Teatro de la Zarzuela: 12-09-2021.
Saioa Hernández, una vigorosa Circe. |
Decimos esto porque Circe es una obra que en nada se parece a La revoltosa, a El rey que rabió o a La tempestad. Circe es una obra novedosa, escrita para un conjunto numeroso: una gran orquesta utilizada en todo su potencial sonoro, un gran coro que se divide en varios grupos para obtener efectos espaciales de sonido y, curiosamente, sólo cuatro cantantes. Considerando lo que hemos escuchado y sin entrar en análisis técnicos nos atrevemos a decir que Circe es obra enteramente original, con escasas influencias de modelos italianos, alemanes o franceses, aunque haya algunos momentos en que algún tema, alguna breve melodía o ritmo, nos recuerde algo conocido (como el Coro de ninfas con que se abre el primer acto).
La orquestación es riquísima, poderosa y brillante en su sonoridad, aunque no oculta las voces de los solistas. Y un detalle importante es que no se limita a acompañar a los solistas o a preparar sus intervenciones, sino que se incorpora a la narración musical del conjunto, entregando temas a los cantantes o recibiéndolos para subrayarlos con sus aportaciones tímbricas. Quizá convendría destacas las “tormentas y tempestades” con una extraordinaria intensidad musical.
El coro tiene un trabajo relevante, propio y denso. Chapí ha incluido efectos sonoros (al parecer para evidenciar las posibilidades del desaparecido Teatro Lírico madrileño, donde Circe se estrenó inaugurando el coliseo) recurriendo a varias localizaciones de algunas voces, dividiéndolo e incluso empleando a alguno de sus cantantes como solistas ocasionales.
Guillermo García Calvo y las dos solistas-
El trabajo de los solistas es irregular
en su distribución: Circe, la protagonista, tiene un papel largo; prácticamente
canta durante toda la obra. De menor extensión es la intervención de Ulises,
Arsidas y de la mezzosoprano que sólo interviene en dos momentos: dando vida a
la Voz de Juno y a la Sombra de Aquiles. Todos ellos presentan un canto alejado
de las intervenciones melódicas acostumbradas; no encontraremos las melodías
habituales, que se incorporan a la memoria del público, tampoco hallaremos los
grandes finales en las arias que exigen las notas más altas de las tesituras.
El canto se encuentra muy cercano a la declamación, pero tiene sus
dificultades. Por cierto, y como curiosidad, en la sesión escuchada no hubo
ningún aplauso al finalizar algunas de las arias, como suele ser habitual en
las representaciones de ópera.
Sería muy positivo tener ocasión de escuchar la ópera en nuevas ocasiones (esperamos conseguirlo a través de la grabación que ha realizado Radio Clásica, que la incorporará a su archivo). Así podremos confirmar, o matizar, estas primeras impresiones.
Al margen del interés que, en estos tiempos, pueda tener la historia que se cuenta, salimos con la impresión de que el texto de Ramos Carrión es de calidad literaria, sin perder de vista que se trata de un libreto. También es destacable la escritura musical para ese texto sin recurrir, contantemente, a las posibilidades que la música ofrece para subrayar palabras, acentos o expresiones.
La interpretación escuchada nos gustó. La sonoridad de la orquesta, brillante, poderosa y potente, pero sin estridencias, ni siquiera en los metales, que tienen en Circe un trabajo muy destacado. Escuchar la orquesta en el escenario y no en el foso, hace que su sonido nos resulte “distinto” a lo habitual y, seguramente, representa un problema a resolver por el director. Creo que el maestro García Calvo lo zanjó con eficacia y solvencia. Controló todos los detalles, que son muchos, y consiguió una amplia gama de dinámicas y colores.
La maga Circe, interpretada por la soprano madrileña Saioa Hernández, es la verdadera protagonista de la ópera. Prácticamente canta durante todo su desarrollo. Saioa resolvió su papel con eficacia, potencia, dicción clarísima (sin duda ayudada por la escritura del compositor), expresividad y convicción. Alejandro Roy, dio vida al personaje de Ulises. Su canto poderoso y enérgico llegó a todos los rincones del teatro. El burgalés Rubén Amoretti, conocido y apreciado por sus propios méritos, volvió a ganarse el aplauso de los asistentes. Marina Pinchuck, mezzosoprano bielorrusa que sustituía a Pilar Velázquez (por enfermedad), resolvió sin problemas sus dos breves intervenciones, redondeando su aportación con una gran expresividad.
Merece especial mención el coro del Teatro. Situado al fondo del escenario, cantando con mascarilla, su mensaje llegó al público con elegancia, con la profesionalidad a que nos tiene acostumbrado. Catorce de sus componentes dieron vida al coro de ninfas, al de sirenas y al de “voces”, divisiones creadas por Chapí para ambientar mejor su partitura, aprovechando, como hemos señalado, las posibilidades del nuevo Teatro Lírico.
Circe nos parece una obra muy importante, con una música especialmente expresiva que representa un hito en la trayectoria reciente del Teatro de la Zarzuela. Hay que señalarlo y agradecerlo a quienes, de verdad, trabajan para recuperar y dar a conocer nuestro patrimonio.
Vidal Hernando.
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