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martes, 8 de marzo de 2022

Tabaré resucitado.

 

Drama lírico en tres actos. Texto y música de Tomás Bretón, basado en el poema épico del mismo título de Juan Zorrilla de San Martín. Intérpretes: Maribel Ortega. Marina Pinchuck. Andeka Gorrotxategui. Juan Jesús Rodríguez. Alejandro del Cerro. Luis López Navarro. David Oller. Ihor Voievodin. César Arrieta. Javier Povedano. Coro Titular del Teatro de la Zarzuela (Dtor: Antonio Fauró). Orquesta de la Comunidad de Madrid.  Director musical: Ramón Tébar. Teatro de la Zarzuela, 6-3-2022.

Por fin hemos tenido la oportunidad de escuchar la música de Tabaré, ópera del gran compositor salmantino Tomás Bretón. Sólo han hecho falta 109 años para que los pulcros manuscritos del músico fueran conformados en una edición crítica, al cuidado de Víctor Sánchez (también biógrafo de Bretón) y de Elena Di Pinto, publicada por el ICCMU. Vaya por delante nuestro reconocimiento por el trabajo hecho.

Tabaré es una obra larga (unas dos horas y media de duración, sin descanso), pero, sobre todo, densa y tupida, ya desde la obertura inicial, casi un pequeño poema sinfónico. También resulta densa en sus materiales vocales, a cargo de una decena de personajes, con importante intervención todos ellos; y también es tupida en la orquesta (una gran formación) y en la instrumentación. Al parecer estas características responden al estilo bretoniano en sus óperas. A pesar de estas longitudes, quizá desacostumbradas para nuestro tiempo, guardo la impresión de que Tabaré gustó al público de la Zarzuela, que acudió en un número muy importante, y, sobre todo, mantuvo la atención durante todo el tiempo. Por otro lado, Tabaré es obra que hay que volver a escuchar, porque tanta música, tan compacta, con una instrumentación tan rica y una gama dinámica tan amplia, necesita de más de una audición para que podamos advertir todos sus detalles y, además, asimilar un lenguaje tan personal como el del salmantino y encontrar las influencias ajenas (wagnerianas sobre todo) que han observado los estudiosos.

La interpretación de esta ópera es complicada fundamentalmente por su exigencia para todos. Cualquiera de los solistas tiene momentos muy comprometidos de no fácil resolución. Si a ello añadimos que la música no presenta melodías a las que intérpretes y público puedan “agarrarse”, el trabajo es verdaderamente complicado, con momentos en lo que alguna voz llegó a rozar el grito.

 


Dos son los protagonistas masculinos: Tabaré y Yamandú  El primero, fue encarnado por el tenor vizcaíno Andeka Gorrotxategui, en un rol muy exigente; tuvo un momento de cierto desajuste, pero hizo frente al ingrato papel con la mayor dignidad posible. Yamandú fue el barítono onubense Juan Jesús Rodríguez de voz poderosa y fuerte, enérgico en la expresión. El bajo malagueño Luis López Navarro dio vida al indio Siripo (en el primer acto) y al Padre Esteban (en el segundo). Prestó al papel su buen hacer y su atractiva voz grave, dando significación especial a su papel de religioso. Cinco soldados españoles (Gonzalo, Ramiro, Garcés, Damián y Rodrigo) tienen cierta presencia en la obra, especialmente en los dos últimos actos. Los cinco cumplieron con eficacia.

Sólo dos mujeres intervienen en Tabaré. Blanca, una joven española, fue defendida por Maribel Ortega, soprano jerezana que dominó su papel, exigente como todos los demás, con suficiencia. La otra, Luz, hermana de Blanca, estuvo a cargo de la soprano bielorrusa Marina Pinchuck, que se mostró especialmente expresiva, incluso en este contexto de “versión no escenificada”.

En general, el conjunto de solistas cumplió con eficacia, hizo frente a las dificultades con valentía; se lució y fue muy aplaudido.

El coro tiene una importante presencia, tanto solo, como acompañando a algún personaje. Con su plantilla completa, cantó (a pesar de las mascarillas y de estar al fondo del escenario) con volumen más que suficiente; llegó bien.

En cuanto a la orquesta, numerosa y poderosa, hizo a mi entender un buen trabajo. La partitura es exigente para todos los instrumentos y sacarla a flote es también un trabajo de resistencia física. A mí en estas ocasiones, la presenta orquestal suele parecerme algo fuerte; quizá la razón sea la costumbre de escuchar a los músicos en el foso. En esta ocasión hubiera preferido algo menos sonoridad en los momentos suaves, aunque no menos en los potentes, que, cuando están escritos, han de ser vigorosos, especialmente cuando no tienen que competir con las voces.

Una última referencia a esta ópera: El libreto de Bretón me pereció de escaso valor literario.

Ramón Tebar, desde el podio, hizo, a mi entender, un buen trabajo y un gran esfuerzo; mantener la atención y la concentración durante tanto tiempo no debe ser fácil. Estuvo pendiente e todos los detalles, controlando la expresión de la orquesta y del coro en una partitura complicada, exigente y, me atrevería a decir, que técnicamente muy exigente.

(Fotografías: Teatro de la Zarzuela).

 

Vidal Hernando.

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